Un viaje no empieza cuando se sube al avión,
empieza en la emoción de la despedida,
en ese abrazo apretado que dice: “Te voy a extrañar.”

Regalar flores en ese instante es un ritual silencioso,
un “buen viaje” lleno de color,
una forma única de decir: “Llevas un pedacito de casa con vos.”

Los ramos hablan donde faltan las palabras,
llenan las valijas de cariño
y convierten la partida en un recuerdo lleno de perfume y amor.

Sorprende antes del comienzo de un viaje, con un ramo que diga todo.
Porque cada adiós también merece florecer.